Cuando el Orí nos falla...
Nuestro Orí necesita y absorbe toda la actividad de nuestro campo emocional, canalizando esa vibración hacia órganos y sistemas de distribución de nuestro cuerpo. Por eso, cuando uno se siente en un estado de euforia, todo el cuerpo es un conjunto armónico. La vibración más elevada es el amor.
Pero, si por el contrario estamos intranquilos por un problema, podemos generar molestias estomacales, tener dificultades para dormir, y nuestro sistema inmunológico puede disminuir en calidad, lo cual puede generar problemas de tipo infeccioso. Una vibración densa también puede afectar el campo psicológico. Podemos sentirnos inseguros, perder el interés por las cosas, dejarnos invadir por el desánimo, etc. El origen de todo esto es emocional y espiritual a la vez. La vibración ha sido atacada en su centro y se crea la disonancia. A esto le llamamos "desequilibrio de nuestro Orí".
El Orí recibe el impacto asincrónico, invisible y silencioso, y lo transmite a la parte física. Por consiguiente, la energía del órgano al cual va canalizado el fluido comienza a perder equilibrio. No llega al ritmo deseado, ha bajado su frecuencia y si esto persiste durante un tiempo, pasaremos del nivel de leve interferencia a un ruido interno que irá "in crescendo", para finalmente desembocar en dolencia. Curiosamente, el cuerpo es el último en manifestar el caos vibracional de nuestro Orí, aunque es el que "materializa" la consecuencia de la enfermedad emocional debido a un desequilibrio general. Cuando Orí no funciona en correcto equilibrio, el resto del cuerpo inicia un proceso de deterioro paulatino que lo va afectando todo en nosotros.
Las energías vitales son una fuerza o impulso vital sin la cual la vida no podría ser posible. Se trata de una fuerza-entidad específica, distinta a la energía estudiada por la física y otras ciencias naturales, que actuando sobre la materia organizada daría por resultado la vida tal y como la conocemos. En nuestras propias vidas, Orí es su centro y razón, aunque esa ciencia de los hombres sea incapaz de reconocer esta realidad porque no puede verse ni medirse. ¡Porque Olodumare en cada uno de nosotros no puede ser medido ni condicionado por ciencia humana alguna!
Esta postura se opone a las explicaciones mecanicistas de la ciencia que presentan la vida como fruto de la organización de los sistemas materiales que le sirven de base. Es un aspecto del voluntarismo que argumenta que los organismos vivos (no la materia simple) se distinguen de las entidades inertes porque poseen fuerza vital (o élan vital, en francés) que no es ni física ni química. Esta fuerza es identificada frecuentemente con el 'alma' de la que hablan muchas religiones, incluyéndonos a nosotros los seguidores de Ifá. Y es precisamente esa 'alma' la que representa nuestro Orí, la partícula de Olodumare que nos anima a todos los seres de Su Creación.
Los vitalistas establecen una frontera clara e infranqueable entre el mundo vivo y el inerte. La muerte, a diferencia de la interpretación mecanicista característica de la ciencia moderna, no sería efecto del deterioro de la organización del sistema, sino resultado de la pérdida del impulso vital o de su separación del cuerpo material. Es decir, cuando la vida se nos va, es porque Orí abandona nuestro cuerpo.
Es por ello que Ifá en su Corpus, lejos de vaticinar las superficialidades agoreras que muchos le atribuyen, nos expresa claramente que la salud es el silencio de los órganos, la paz y tranquilidad en el espíritu, donde 'el síntoma' es la voz de alarma del organismo, la señal de un desequilibrio, la indicación de que algo anda mal en nuestro Orí como centro rector del todo de nuestras vidas materiales y espirituales. Por consiguiente, debemos asumir que Orí solo puede enfermar si está bajo en su capacidad de defenderse debido a desequilibrios; entonces los agentes externos: bacterias, virus, antígenos alergizantes, clima, estrés, tensiones e influencias externas, lo doblegan y someten a sus nefastas consecuencias. Es por ello que Orí debe ser atendido con regularidad exquisita para que su balance o equilibrio se mantenga siempre en armonía, y esto es cuidar la fuente máxima de nuestra energía vital.