¿Alguna vez te has preguntado cómo preferirías despedirte de este mundo? Aunque muchos anhelan envejecer plácidamente en sus camas, hay quienes exploran una muerte aún más elevada: la muerte en meditación.
En una sociedad marcada por el consumismo y la tradicional búsqueda de éxito, morir anciano parece la opción más digna. Sin embargo, al adentrarse en el desapego del alma de lo material, los estados anagógicos de consciencia y la búsqueda de Ananda (felicidad y amor infinito en sánscrito), se revela una muerte más profunda y en paz.
Monjes tibetanos y místicos de diversas partes del mundo han dejado constancia de fallecer mientras meditaban. La historia de Krishna, el gran maestro, narra su muerte en meditación, donde una flecha, confundiéndolo con un ciervo, lo atravesó. En su elevado estado de consciencia, murió sin dolor, en un estado místico de alta vibración, liberándose completamente del cuerpo, sin ataduras ni apegos.
Imagina sumergirte en la meditación, desconectándote de cuerpo y mente, explorando un universo interno hasta alcanzar Ananda. Un placer infinito activa la electricidad en tu ser, sientes la conexión con el todo y, conscientemente, te dejas ir, muriendo en paz y en libertad.
Estos individuos que mueren así trascienden la necesidad de reencarnación al alcanzar el desapego más elevado. Se funden con una consciencia infinita, dejando atrás el yo individual. Esta muerte consciente es el mejor karma, una transición hacia planos de existencia donde pueden encarnar como estrellas o planetas, conectados con el multiverso.
En un universo infinito, la existencia va más allá de la biología, ofreciendo innumerables formas de experimentar la vida. Este viaje culmina en la última encarnación de carne, permitiendo la transcendencia a planos cósmicos, desde estrellas que mantienen sistemas solares hasta planetas que albergan vidas diversas.
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