A pesar de su mal, Xapanã era amado por su pueblo y deseaba encontrar una cura para su aflicción. Después de años de búsqueda, llegó a un lugar sagrado donde se encontró con la diosa de la enfermedad y la curación, Nanã Buruquê. Nanã Buruquê, conmovida por la devoción de Xapanã, le otorgó el poder de controlar y curar enfermedades.
Xapanã regresó a su tierra natal como un Orixá poderoso, capaz de sanar a los enfermos y aliviar el sufrimiento. Aunque su apariencia seguía siendo la de un joven enfermo, su poder sanador se volvió evidente para todos. La gente acudía a él en busca de curación, y su legado creció con el tiempo.
Xapanã se convirtió en un símbolo de la dualidad de la vida, representando tanto la enfermedad como la curación. Su historia nos recuerda que incluso en medio de la adversidad, la esperanza y la curación pueden florecer, y que a menudo aquellos que han experimentado el sufrimiento pueden brindar compasión y ayuda a los demás.